Opinión Tribuna de cultura

Ay, mira, que me dejes

Juan Royo Abenia

@juanroyoyabenia

‘Mínor el Brutolote. La maldición de Bahlfagor’ (Artur Laperla, Gabriel Corbera, Planeta). El planeta mutante Xan-Xullo es el escenario de las disputas entre dos clanes de maleantes: los Kali y los Keli. Sus respectivos líderes, los hermanos Kalisto y Kelista, se odian a muerte. Ésta recluta a Minor sobornándolo con la llama de un mechero. Pero entra en acción la hada Pavorosa, solo visible a los ojos de Minor.  

‘We Live’ (Inaki Miranda, Roy Miranda, Planeta). Año 2084. Los monstruos pueblan un mundo en ruinas, violento y bello. Una siniestra cuenta atrás anticipa la extinción de la humanidad. Pero cinco mil niños, entre ellos los hermanos Hototo y Tala, buscan la esperanza en las estrellas.

‘Planeta’ (Ana Oncina Tortosa, Planeta Manga: Planeta). En pleno bosque está la humilde y acogedora cabaña de Valentina y su perra Sopa. ¿Qué significado puede tener su recurrente en el que vive aislada en otro extraño planeta -blanco y silencioso- con Ane, su pareja? ¿Quién es Ane? ¿es real?

‘La Revolución rusa contada para escépticos’ (Juan Eslava Galán, Martín Pardo, Planeta). Emoción, intriga, conspiraciones palaciegas, motines, atentados, esoterismo, lujo, miserias y enredos novelescos para explicar las biografías de bolcheviques y zares. La caída de la dinastía Romanov, tras el asesinato del zar Nicolas II y su familia, instauró un sangriento régimen que se cobró millones de vidas. La Checa, la policía secreta bolchevique creada por Lenin, exterminaría a sangre y fuego cualquier atisbo de reacción burguesa. Todo disidente sería acusado de sabotaje, excusa perfecta para torturar y asesinar a las “expersonas”, es decir, quienes fueran señalados por los comunistas como contrarios a la revolución.

‘Todos los hombres tristes’ (Rebeca Argudo, HarperCollins). ¿143 páginas, 35 000 palabras y dos o tres horas de lectura de ficción moderna y contemporánea sobre el amor y las relaciones? ¿Dice María José Solano que se trata de una novela que comparte la inocencia mentolada de los pinos de Bonjour tristesse y el humor cinematográfico y posmoderno de El diario de Bridget Jones? ¿Estamos hablando de un thriller delirante, como el gazpacho de Rossy de Palma, al borde de un ataque de nervios, según Karina Sainz de Borgo? ¿Dices que escribes y lees en los bares? ¿Qué los bares son tu biblioteca/oficina/sala de reuniones/rincón favorito? ¿Tú también, hija mía, tienes un (varios) Mibardesiempre? ¿Susurras a los pesados en las redes sociales: ay, mira ¡que me dejes!? Y por si fuera poco ¿eres socia de Jae Tanaka? ¡Toma mi dinero, Rebeca Argudo! Quiero tu libro para mí y para regalar a todo el mundo que conozco. Voy a hacer a mucha gente feliz.

‘Los derechos en broma: La moralización de la política en las democracias liberales’ (Pablo De Lora, Deusto). La ostentación es la exhibición que se hace de una cosa con vanidad o presunción. También, la manifestación excesiva de lujo o riqueza. Así es como Pedro Sánchez Pérez-Castejón entiende el uso del poder que la ingenua (en el mejor de los casos) sociedad española le ha otorgado. Es habitual que el presidente del gobierno y sus socios perviertan siniestra y flagrantemente muchos de nuestros textos legislativos para transformarlos en manifiestos de propaganda política, en altisonantes compromisos ideológicos y partidistas. Los excesos retóricos se dirigen a párvulos necesitados del “refuerzo positivo”, no a ciudadanos autónomos y racionales. La Ley corrompida es “antilegalista”, Su objetivo no es expresar la voluntad general y establecer derechos y deberes con pretensión de coherencia, abstracción y generalidad. Esta degeneración es paralela al chorreo del catálogo de derechos humanos. Prácticamente todas las demandas sociales reivindican la garantía de un derecho, pervirtiendo el debate público, la deliberación colectiva y el diseño institucional. Todas, menos una: el ruido. Todavía no hay legislación que evite gritos, aullidos, alaridos, bramidos, chillidos o rugidos de maleducados gritones, chillones, escandalosos, vociferantes, vocingleros, voceras o alborotadores.

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