Covid y empresas Opinión

¿Cuándo dejaremos de usar las mascarillas?

Profesor Titular de la Facultad de Veterinaria, Universidad de Zaragoza

En el fondo los que hacen esta pregunta quieren saber cuándo va a terminar la pandemia y vamos a recuperar nuestra vida anterior. Las mascarillas se han convertido en el símbolo de esta pandemia, pero son sólo una más de las medidas preventivas que están permitiendo reducir el impacto del coronavirus en nuestras vidas.

Quizás les resulte interesante ver esta enfermedad con los ojos de un epidemiólogo. Uno de los posibles enfoques epidemiológicos que se utilizan para estudiar las epidemias y las enfermedades se basa en calcular probabilidades.

En primer lugar, tenemos que saber la probabilidad de infectarse durante un periodo de tiempo determinado, es decir, la incidencia acumulada semanal o quincenal. Esta probabilidad depende de múltiples factores como edad, sexo, ocupación laboral o estación del año. 

A continuación, nos interesa conocer la probabilidad de que un infectado enferme de forma leve, moderada y grave, y los factores asociados como edad y sexo, pero también obesidad, diabetes, hipertensión, etc. Y finalmente nos interesa conocer la letalidad, la probabilidad de que un infectado o un enfermo fallezca a causa de la enfermedad.

Las mascarillas se han convertido en el símbolo de esta pandemia, pero son sólo una más de las medidas preventivas que están permitiendo reducir el impacto del coronavirus en nuestras vidas

Una vez que conocemos estas probabilidades y los factores de riesgo que modifican sus valores, debemos estudiar variables que actúen como posibles factores de protección con el fin de reducir las probabilidades de infectarse, enfermar y morir, siendo muy importante poder cuantificar esa reducción del riesgo.

Estas variables son las medidas preventivas, profilácticas y terapéuticas que buscan reducir la posibilidad de infectarse (ventilación, distancia social, uso de mascarillas, evitar espacios cerrados con mucha gente…), reducir la posibilidad de enfermar (reducir sobrepeso, complementos vitamínicos, vacunación, inmunidad adquirida por infecciones previas…) y reducir la posibilidad de morir (tratamientos con antivirales, corticoides, anticuerpos monoclonales…).

Sin duda, la medida más esperanzadora en estos momentos es la vacunación, porque además de reducir la probabilidad de enfermar, también disminuye las probabilidades de morir y de transmitir el patógeno (y por tanto se reduce la probabilidad de que otros se infecten). 

En el caso de las vacunas se estimó inicialmente (durante la Fase III de los ensayos clínicos) esta reducción del riesgo de enfermar, que es lo que denominamos efectividad de la vacuna. Y posteriormente se ha reevaluado esta efectividad durante la Fase IV de farmacovigilancia estimando otras probabilidades como la probabilidad de fallecer.

Sin duda, la medida más esperanzadora en estos momentos es la vacunación, porque además de reducir la probabilidad de enfermar, también disminuye las probabilidades de morir y de transmitir el patógeno (y por tanto se reduce la probabilidad de que otros se infecten)

El problema es que la efectividad de las vacunas no es del 100% (no solo en Covid-19, sino en todas las enfermedades) y hay que complementar esta reducción del riesgo con otras medidas hasta alcanzar un equilibrio con la incidencia esperada en una población en un momento determinado. 

Cuando la incidencia sea baja es probable que la reducción lograda por la inmunidad vacunal sea suficiente y se puedan dejar de usarse mascarillas y recuperar gran parte de nuestra vida prepandémica. Y también podríamos dejar de lado algunas medidas preventivas si tuviéramos un tratamiento que redujera la gravedad del cuadro clínico y minimizara la probabilidad de fallecer.

En la situación actual parece que una amplia cobertura poblacional de la inmunidad vacunal debería ser suficiente para levantar medidas preventivas en verano en lugares con una incidencia baja (y dejar de usar la mascarilla en situaciones de bajo riesgo). 

Sin embargo, quizás con la llegada del frío en otoño haya que volver a plantearse usar mascarillas en situaciones de riesgo alto (transporte público, recintos cerrados y concurridos…) al menos mientras no tengamos un medicamento efectivo para tratar la enfermedad desde sus primeras fases.

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