Una vez que conocemos estas probabilidades y los factores de riesgo que modifican sus valores, debemos estudiar variables que actúen como posibles factores de protección con el fin de reducir las probabilidades de infectarse, enfermar y morir, siendo muy importante poder cuantificar esa reducción del riesgo.
Estas variables son las medidas preventivas, profilácticas y terapéuticas que buscan reducir la posibilidad de infectarse (ventilación, distancia social, uso de mascarillas, evitar espacios cerrados con mucha gente…), reducir la posibilidad de enfermar (reducir sobrepeso, complementos vitamínicos, vacunación, inmunidad adquirida por infecciones previas…) y reducir la posibilidad de morir (tratamientos con antivirales, corticoides, anticuerpos monoclonales…).
Sin duda, la medida más esperanzadora en estos momentos es la vacunación, porque además de reducir la probabilidad de enfermar, también disminuye las probabilidades de morir y de transmitir el patógeno (y por tanto se reduce la probabilidad de que otros se infecten).
En el caso de las vacunas se estimó inicialmente (durante la Fase III de los ensayos clínicos) esta reducción del riesgo de enfermar, que es lo que denominamos efectividad de la vacuna. Y posteriormente se ha reevaluado esta efectividad durante la Fase IV de farmacovigilancia estimando otras probabilidades como la probabilidad de fallecer.