Marketing Opinión

Una pica en Flandes

Marketing

David Viñuales Alquézar

Profesor de procesos comerciales
alquezardavid@gmail.com

Esta frase tan manida esconde valores como valentía, perseverancia, meritocracia, esfuerzo… y un punto de locura. Poner una pica en Flandes conceptualiza una difícil empresa que ha conseguido ser un éxito, no sin costosos esfuerzos personales, económicos o de la índole que sea. En los siglos XVI y XVII para los tercios españoles era muy peligroso llegar a Flandes, de ahí el gran reconocimiento de poner una pica en Flandes.

Esta “machada” se ha repetido en otros ámbitos a lo largo de la vida y la empresa y el marketing, que son el reflejo de las acciones del consumo humano no podían quedarse atrás. Mc Donald´s fue una de esas empresas que puso una pica en Flandes. La fe de los hermanos Mc Donald en cambiar la manera de consumir hamburguesas, dándole un cariz más lúdico y familiar, estuvo a punto de arrastrar la empresa hacia un barranco. Hasta entonces se concebía comer la hamburguesa en el coche o dentro del restaurante, más por motivos de trabajo que por placer. Los hermanos quisieron que las familias sociabilizaran entorno a las hamburguesas, cogieran la comida en su establecimiento y se la llevara donde quisieran. Fueron maestros de nuevos hábitos pero a punto estuvieron de arruinarse por su cabezonería.

Otra pica en Flandes la puso René Lacoste. Este ex tenista se inventó la chemise Lacoste. Los tenistas de la época (1933) jugaban con camisa de manga larga (todos, sin excepción). René decidió cortar las mangas, y poner el logo por fuera, para que todo el mundo viera su famoso cocodrilo. Esto que puede parecernos natural, no lo era en absoluto. Lacoste fue el primero que puso su logo visible en su única prenda, inventado así el famoso “polo” que pese a la revolución que supuso no tardó en imponerse como vestimenta de los tenistas.

La siguiente, quizá sea el AS de picas, por el empaque del enemigo: Inka Kola vs. Coca Cola. En 1935 salió al mercado Inka Kola en Perú. Fue un invento de un británico que se afincó en el país andino: una bebida amarilla de sabor indefinido que enseguida se abrió su hueco como bebida “oficial” de Perú por el agrado de sus habitantes. Sólo un año más tarde inició su carrera en Perú la multinacional Coca Cola. Parecía que el gigante iba a aplastar a la hormiga… pero en esa carrera los segundones fueron los de Atlanta. 

Por mucho que creciera el mercado de refrescos, Inka Kola siempre iba por delante. El año que le había tomado de ventaja había sido suficiente para arraigar en el amor propio de los peruanos. Coca Cola era “la de fuera” e Inka Kola “lo suyo”. La carrera duró hasta ¡1999! y Coca Cola lo solucionó claudicando, en cierto modo: cansado de la lucha y la defensa numantina de Inka Kola sacó la chequera y compró la marca andina.

Hay más ejemplos memorables como el caso de esa empresa surcoreana que enlazó una pica con otra gracias a tener fe en su peculiar visión del cuento de la lechera; que empezó vendiendo verdura y pescado fresco, los beneficios le permitieron abrir mercado en la energía, el sector químico y la construcción. Con los beneficios se hizo un hueco en el sector tecnológico, y supo aprovechar la ola de los móviles, TV, tablets… y que se llama Samsung.

Nuestros tercios españoles sin duda podrían ser representantes dignos en cualquiera de estas grandes marcas. No está tan alejada la dureza de la singladura de los proyectos empresariales de las penurias que pasaban los tercios cuando desembarcaban en Nápoles y tenían que ir a pie por el llamado camino español hasta Flandes…  a poner picas.

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