Mujeres que son tesoros Opinión

Mujeres que son tesoros: Raquel Meller

Vicky Calavia

Directora y productora de cine documental · Gestora cultural
www.vickycalavia.com

RAQUEL MELLER
(Francisca Marqués López)
Cantante y actriz
Tarazona, Zaragoza, 1888 – Barcelona, 1962

“Nena… Que mi vida llenas de ilusión. Deja que ponga con embeleso junto a tus labios la llama divina de un beso”.

— Nena, 1919, Joaquín Zamacois

“He aquí una mujer menuda. Ojos de mar que dejan entrever en cada momento la luz del alma, suave de gestos y de facciones… se transforma en muchas mujeres, en todas las mujeres; en la mujer eterno vampiro y meta eterna del anhelo viril…”

— Hernández Catá

Nací en la villa de Tarazona, Zaragoza, a finales del siglo XIX, en el seno de una familia de clase trabajadora. Mi tía, superiora de un convento en Montpellier, me llevó con ella a Francia para educarme y que tomara los hábitos, a lo que me negué.

Me instalé con mi familia en Barcelona y encontré trabajo en un taller de confección. Una de las clientas, la famosa cantante Marta Oliver, se fijó en mis dotes musicales y me introdujo en el mundo del espectáculo, en el que debuté como tonadillera en 1908 como La Bella Raquel, aunque mi nombre artístico definitivo me lo puse en 1911: Raquel Meller, tomando prestado el apellido de un amor de juventud, un marinero alemán.

Sólo en París vendí más de cien mil discos, cifra que en el siglo XXI supondría varios millones, obteniendo mayores ingresos que Carlos Gardel o Maurice Chevalier. 

Realicé giras triunfales por España, Europa y América con canciones como ‘Nena’, de Joaquín Zamacois, ‘La violetera’ o ‘El Relicario’, de José Padilla. Sólo en París vendí más de cien mil discos, cifra que en el siglo XXI supondría varios millones, obteniendo mayores ingresos que Carlos Gardel o Maurice Chevalier. El Metropolitan de Nueva York levantó el telón hasta 23 veces en mi debut. La gran Sarah Bernhardt me tildó de «genio»… Me adoraban Rodolfo Valentino, Cecil B. De Mille, Isadora Duncan, Josephine Baker…

Era una estrella millonaria y vivía como tal: viajaba por vías ferroviarias libres, con decenas de sirvientes, cientos de baúles… Adquirí en Versalles una residencia con pinturas de Picasso, Renoir, Matisse y esculturas de Rodin.

Me casé en 1919 con el diplomático y escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, ex amante de la espía Mata–Hari. Locamente enamorado de mí, me dedicó un libro en el que decía: “Su poesía, su armonía, su malicia y su ternura están en su propio ser y resultan siempre originales, siempre admirables, a veces sublimes… Raquel encarna a todas las mujeres y toda la mujer, bella de mil bellezas, tierna de mil ternuras, picaresca de las infinitas picardías del instinto y fogosa hasta el punto de parecer, a veces, arder en una llama que la acaricia y la devora. ¡Raquel la innumerable!… Todo su arte es un suspiro, una confidencia, un anhelo íntimo, se nota que no canta más que para sí y para su amante. Siendo múltiple e inexplicable, es siempre ella misma y no es más que ella; es decir, el más armonioso, el más inquietante y el más divino de los seres humanos…”.

Aunque ha sobrevivido mi contribución al cuplé, que siendo un género menor, transformé en uno delicado, con fuerza dramática y elegancia.

Intelectuales y artistas de la talla de Machado, los Quintero, Benavente, Galdós o el maestro Sorolla, caían rendidos a mis pies. El rey Alfonso XIII me invitó a actuar en el palacio real, a lo que yo le contesté: “Hay el mismo trecho desde mi teatro al palacio que desde el palacio al teatro. Si quiere verme que venga”. Y vino al teatro Maravillas con Victoria Eugenia; les recibí a ambos en mi camerino tumbada en mi cheslong.

Comencé mi andadura en el cine mudo y protagonicé films como ‘Violetas imperiales’ (Henry Roussel, 1923) o ‘Carmen’ (Jacques Feyder, 1926), que me convirtieron rápidamente en una actriz de talla internacional. El mismísimo Charles Chaplin me ofreció el papel principal de ‘Luces de la ciudad’ (1931), pero lo rechacé porque mi agenda estaba completa. Chaplin, en homenaje a mí, incorporó la melodía de ‘La Violetera’ como tema principal de la película.

Pero la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial provocaron el declive de mi carrera y el olvido por parte del público. Aunque ha sobrevivido mi contribución al cuplé, que siendo un género menor, transformé en uno delicado, con fuerza dramática y elegancia.

ENCUENTRA LA CALLE
Calle Raquel Meller: del camino de Puente Virrey a la calle Luis Aula  (barrio de San José)

 

Artículo incluido en la edición en papel de la revista Actualidad de las Empresas Aragonesas en diciembre de 2020

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