Ética y confianza en las empresas

El éxito de los negocios depende de muchos factores, esto lo conocemos, pero en este artículo nos centramos en cómo relacionar la ética con la confianza, como una alianza para asegurar que la empresa tiene asegurado su futuro, incluyendo a todos sus grupos de interés. Pero antes vamos a definir esos dos términos, según el “Glosario sobre responsabilidad para la investigación y el debate terminológico”, de la Cátedra de Ética Económica y Empresarial, Universidad de Comillas, 2.012.

El concepto de la ética de empresa se puede considerar como “El conjunto de valores éticos que asume una empresa y que facilita moralmente su comportamiento tanto interno como externo”. En cuanto a la confianza se admite que es una “Relación fiable que se establece entre la empresa y sus grupos de interés respecto a las expectativas creadas entre ambos”.

El interés de estas líneas es informar sobre la importancia y de paso aprovechar estos conceptos para facilitar y, si es posible, alcanzar las mayores cuotas en la escala del estado del bienestar. Por cierto, se habla mucho de ello, pero se profundiza muy poco.

Se trata de respetar a las personas, al planeta y a las propias empresas en sí mismas. Para ello, es necesario entender que el excesivo número de normas, certificaciones y regulaciones de todo tipo (por cierto, cada vez hay más) existe la creencia de que con su cumplimiento ya tenemos asegurado un aceptable estado del bienestar; si así se asume, es cometer un grave error, debido a que la ética y la confianza, como otros valores humanos, no figuran en toda esa burocracia.

Se trata de crear capacidades o competencias transversales en el personal de la empresa y también con el resto de grupos de interés, que aquí ya hemos planteado en diversos momentos.

Estas competencias se pueden clasificar en tres tipos, como son las que afectan básicamente a las empresas y a su reputación, las que trabajan para la prevención y las correspondientes al futuro de las empresas.

De la primera se pueden establecer capacidades relacionadas con la motivación, el compromiso, los datos, la utilización del tiempo, la transparencia, el discernimiento, la utilización de los recursos materiales, el trabajo en equipo, etc. Sobre la segunda relacionada con la prevención, se puede seguir aquello muy conocido de “Más vale prevenir que curar”, además es más barato; para ello hay que contar con las competencias relacionadas con la disminución de los riesgos, reducir el despilfarro, evitar la mediocridad, ser más responsables, etc. Y en cuanto al tercer grupo nos trasladamos al futuro de la empresa, con las capacidades a desarrollar, como son la adaptación al cambio, la iniciativa, la prospectiva, la innovación, la digitalización, la superación, la inteligencia artificial y otros.

Todo lo anterior viene a confirmar que la utilización de la confianza y la ética empresarial van a poder sostener los cimientos del estado de bienestar, junto al bien común, lo que a nadie debería molestar.

Pero esto no se consigue solo con escribirlo, se necesita que los sistemas educativos, programen la formación en estas materias, algo que en la actualidad no sucede, a pesar de que lo señalen los centros educativos en sus estatutos. Nos preocupamos mucho más de las enseñanzas de las nuevas tecnologías y de los avances científicos, olvidándonos de los valores humanos, mucho más importantes que los valores económicos y materiales, aunque todos son necesarios; un equilibrio vendría bien.

Aunque no parece que estemos en el camino de asumir estas competencias en las empresas y en los sistemas educativos, el futuro nos irá poniendo en ese camino para alcanzar los mejores resultados, aunque no creo que haya mucho tráfico por esa carretera.