Hablemos de economía
Antonio Morlanes Remiro
PRESIDENTE DE ARAGONEX
aragonex@aragonex.com · www.aragonex.com
El debate en la Unión Europea se centra, en estos momentos, en cuál debe ser la apuesta común para lograr que, para el año 2040, se haya reducido en un 90 % las emisiones de CO₂. En definitiva, cómo podemos garantizar una Naturaleza que nos permita vivir sin sobresaltos y con seguridad, tanto a nosotros como a las generaciones venideras.
Lo curioso de todo esto —y considero que hay poco margen para la discusión— es que algunos países miembros se niegan a asumir el reto, pues consideran más importante su economía y el posible impacto negativo que esta medida podría tener sobre ella. Quizás no piensen que el problema al que deberán enfrentarse, con esta actitud negacionista, serán los enormes costes económicos derivados de no prevenir. Y de eso aquí, por desgracia, ya sabemos demasiado: incendios, construcciones en zonas inundables, cambios desfavorables en la agricultura y lo más importante, pérdida de vidas humanas… La cuestión es que solo piensan en sí mismos y en el presente. “Craso error”.
Creo que estamos viviendo en un mundo de irrealidad y egoísmo, porque nadie se preocupa por nadie; solo consideramos nuestro propio encumbramiento. Es tan triste, que terminamos pensando que la vida no tiene ningún valor al margen del dinero.
Creo que estamos viviendo en un mundo de irrealidad y egoísmo, porque nadie se preocupa por nadie; solo consideramos nuestro propio encumbramiento. Es tan triste, que terminamos pensando que la vida no tiene ningún valor al margen del dinero.
Y con esto nos hemos visto retratados en relación con algo tan fundamental como es el cuidado de quien nos acoge y mantiene: la madre Naturaleza. Pero esto no termina aquí, pues si examinamos cómo estamos estableciendo nuestro modelo de convivencia, quedamos en una situación de tristeza y melancolía, por el recuerdo de lo que significaba la lucha por la defensa de las libertades, por un mundo basado en los derechos humanos; en definitiva, vivir en el auténtico significado de la democracia.
Creo que esta situación la entenderemos mejor con un ejemplo real. Ha habido elecciones legislativas en Argentina, su economía no está nada bien, y Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, manifiesta que ayudará económicamente a ese país si los argentinos votan al partido de Milei; en caso contrario, los dejará abandonados en su miseria. Esto mismo les ha dicho a los ciudadanos de Nueva York: les quitará los fondos federales en caso de que voten a Mamdani, representante demócrata. En este caso, los neoyorquinos no le han hecho ningún caso ¡bien por ellos! pero sin embargo, vemos cómo subyace en esta forma de entender la democracia una burda y tramposa compra de votos. ¿Dónde queda, entonces, la democracia y la libertad de los ciudadanos?
Está claro que el sentido de la libertad de las personas es una entelequia, pues, en vez de nacer en el pensamiento de las ideas, lo hace en el bolsillo de la necesidad material. Mal camino este, pues quedamos encerrados en la voluntad de quienes tienen el poder económico. En el caso de Nueva York, sus ciudadanos han valorado que conseguir una ciudad para todos tiene preponderancia sobre las cuestiones dinerarias, que solo representan al poder económico, cuando el verdadero poder y la fuerza están en la voluntad popular.
Está claro que el sentido de la libertad de las personas es una entelequia, pues, en vez de nacer en el pensamiento de las ideas, lo hace en el bolsillo de la necesidad material. Mal camino este, pues quedamos encerrados en la voluntad de quienes tienen el poder económico
La Naturaleza, vivida en la libertad de las personas, basada en el respeto por los demás, se complementa en la consecución de una sociedad en la que la desigualdad entre las personas sea lo más racional y mínima posible, nacida de la propia decisión de ellas en su camino de vida. Cuando la desigualdad crece, lo hace en base a un modelo tiránico, porque aquellos que están arriba no quieren que nadie se les acerque, pues creen que corren el riesgo de que su poder se desvanezca. Y es que no entienden cuál es el verdadero sentido del poder.
Este significa tener la capacidad de garantizar el bienestar de todos; de vigilar que nadie impida la libertad de pensamiento e ideas de cualquiera; que la democracia signifique que el modelo de convivencia será el que entienda como mejor la mayoría ciudadana, por supuesto, con el mayor de los respetos hacia las minorías; que la cultura sea la herramienta principal para entender al prójimo, pues la diversidad es el eje de la riqueza intelectual. Este es el poder en su verdadero significado.
Por último, comprendamos en su fundamento que la economía productiva es la verdadera, y lo es para poder generar un sistema de riqueza distributiva que garantice que el funcionamiento de la maquinaria social sea justo y eficaz. Para que esto sea así, empresarios y trabajadores deben estar unidos en el mismo objetivo: son componentes del mismo equipo, y, por tanto, sin el compromiso de cualquiera de los dos, no existe la empresa.
Es imprescindible que los instrumentos horizontales sean equilibrados en su funcionamiento. Sirva como ejemplo real el sistema financiero: pierde toda lógica que, teniendo como función el apoyo a la producción y a las personas, sean quienes limiten su desarrollo y, además, obtengan unos beneficios muy superiores a cualquier otro sector económico. Están fuera del sistema, y esto es algo que, todos juntos, deberemos ser capaces de corregir.
He querido e intentado mostrar cómo cada generación, cuando asume el control de la gestión de su momento, debe hacerlo sin perder la perspectiva de lo referenciado. Sin duda alguna, hay más cuestiones que en un artículo no se pueden recoger, pero debemos saber que tendrán que entregar el testigo a la siguiente generación, y ello significará que auditarán lo que les entreguemos.
Racionalicemos nuestras vidas y observemos los mandamientos para vivir: Conservación de la Naturaleza, Libertad con Respeto, Democracia Ciudadana, Igualdad y Cultura.
