MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS
FEDERICO ABIZANDA
Fundación Seminario de Investigación para la Paz
Llevo unos quince o veinte años escuchando que “los chinos no pagan impuestos”. Al principio entraba al trapo, pero hace ya tiempo que he entendido que es una pérdida total de tiempo tratar de explicarle el Código de Legislación Tributaria a alguien que cree semejante memez.
Cualquier argumento o dato objetivo que uno ponga sobre la mesa será rebatido por alguna afirmación del tipo “el cuñado del vecino del primo de un compañero de trabajo conoce a uno de Hacienda que se lo dijo y punto”.
Las personas creen lo que quieren creer, independientemente de las evidencias que tengan delante de sus narices. Y aunque no es el único ámbito en el que esto sucede, el de las migraciones es uno de los terrenos más fértiles para la difusión de bulos y noticias falsas.
Muchos han entendido que manipular y tergiversar los datos e incluso mentir es rentable porque se llega antes y más fácilmente a las tripas que a la cabeza de la audiencia y de los electores. Y, además, como los extranjeros no tienen derecho a voto, sale gratis despotricar sobre ellos: el beneficio se multiplica y el riesgo es cero.
Pero el objetivo perseguido no es tanto crear odio y racismo sino convencernos de que, por definición, la inmigración genera descontrol. Y el mensaje funciona porque a la mayoría de las personas no nos gusta el desorden. No es ni siquiera necesario ser xenófobo para estar de acuerdo con el discurso anti inmigración, basta con un nivel suficiente de aversión al caos, ese es uno de los grandes éxitos de esta estrategia.
Aunque las entradas irregulares apenas representen el 6% del total de las entradas de migrantes en España, hay que transmitir que las fronteras son un coladero por el que entran miles y miles de “ilegales” y que los sistemas de acogida de refugiados y de menores están saturados. Hay que retomar el control.
Las personas creen lo que quieren creer, independientemente de las evidencias que tengan delante de sus narices y el de las migraciones es uno de los terrenos más fértiles para la difusión de bulos y noticias falsas.
Aunque nuestro país sea uno de los más seguros del mundo, hay que presentar a los inmigrantes como una amenaza a nuestra seguridad personal e integridad física culpándoles del aumento de la criminalidad, convirtiendo el acrónimo MENA en sinónimo de delincuente o llevando a portadas de periódicos la actividad de peligrosas bandas latinas a pesar de que nadie conozca a nadie que haya presenciado una pelea con machetes en la calle. Se necesita mano dura.
Aunque, sin exagerar, haya miles de estudios en decenas de países que avalen la aportación socioeconómica de los migrantes en las sociedades de destino, hay que tratar de convencer de que los migrantes hacen peligrar nuestra seguridad económica compitiendo con nosotros en el empleo y en los programas de protección social: nos quitan el trabajo, bajan los sueldos, acaparan las prestaciones del Estado del Bienestar y bajan el nivel educativo de las escuelas. Lo público y la protección social ya no pueden ser universales.
Aunque Occidente, Europa y España tengan una Historia y unas culturas milenarias, hay que hacer plausible que 4.000 niños procedentes de Canarias bastarían para acabar con nuestras costumbres, con nuestras tradiciones y con nuestra identidad. Es una invasión.
En un mundo cada vez más complejo, las respuestas simplistas funcionan. Pero no sólo funcionan por ser rápidas y que no te obliguen a pensar. Funcionan porque, aunque sean malas o incorrectas, al menos son respuestas.
“Dato no mata relato”. Es “relato quien mata a relato”.
Y quizás esa sea la cuestión de fondo. Que hace demasiado tiempo que, frente al discurso del odio y la exclusión, los que todavía creemos en la democracia y en el Estado de Derecho somos incapaces de articular un relato alternativo que dé respuesta a las inquietudes y problemas de la gente.
