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Claves para invertir según el perfil de riesgo

El rincón del asesor

Andrea Carreras Candi
EFPA España

Imagínate que vas a hacer un viaje largo, sin saber dónde te diriges, cuánto tiempo vas a tardar ni qué clima vas a encontrar. Suena arriesgado, ¿verdad? Pues algo parecido ocurre cuando alguien invierte sin conocer su perfil de riesgo. Aunque muchos lo pasan por alto, es una de las piezas clave que determina el éxito o el fracaso de una estrategia financiera.

Invertir bien no es cuestión de suerte, ni de seguir lo que hacen otros, ni siquiera de tener grandes conocimientos técnicos. Es, sobre todo, saber qué decisiones puedes permitirte tomar sin perder el sueño por la noche. Y ahí entra en juego el perfil de riesgo: esa brújula personal que ayuda a decidir cómo, qué cantidad, cuándo y dónde invertir, sin poner en peligro tu tranquilidad.

¿Te has parado alguna vez a pensar cómo reaccionarías si tus inversiones cayeran un 10% en un mes? ¿Te mantendrías firme o saldrías corriendo? Esta es la clase de preguntas que hay que hacerse antes de poner un solo euro en movimiento. Y no es solo una cuestión de emociones. También influyen la situación laboral, el nivel de ingresos, las responsabilidades familiares, la edad o el horizonte temporal. Todo eso define tu capacidad —y tu tolerancia— para asumir pérdidas y afrontar la volatilidad.

La mayoría de los españoles se consideran conservadores a la hora de invertir. Según el Observatorio Inverco, más del 55% de los ahorradores se identifica con este perfil. Sin embargo, muchas veces esta percepción no coincide con la realidad. No es raro ver a personas que, creyéndose prudentes, se lanzan a productos de riesgo por pura recomendación ajena o porque “ahora todo el mundo lo está haciendo”. El problema es que, cuando el mercado da un susto, no siempre se está preparado para asumir las consecuencias.

Uno de los errores más frecuentes, y también más costosos, en el ámbito de la inversión es no ajustar la estrategia al perfil real del inversor. Esta desalineación puede producirse tanto por exceso como por defecto de riesgo, y en ambos casos las consecuencias suelen ser poco favorables. Cuando se asume más riesgo del que se puede tolerar emocional o financieramente, se corre el peligro de tomar decisiones precipitadas ante escenarios de volatilidad. Por ejemplo, una caída puntual en los mercados puede llevar a un inversor mal posicionado a liquidar su inversión de forma impulsiva, justo en el peor momento, consolidando pérdidas que podrían haberse evitado con una estrategia más prudente y ajustada a su perfil.

Por otro lado, un exceso de prudencia también puede ser perjudicial. Hay perfiles con capacidad y horizonte temporal suficiente para asumir cierto riesgo, pero que, por desconocimiento o miedo, concentran sus ahorros en productos excesivamente conservadores. Esto puede limitar la rentabilidad a largo plazo y poner en riesgo la consecución de objetivos como complementar la jubilación o hacer frente a futuros proyectos personales.

En este contexto, el papel del asesor financiero es especialmente relevante. En primer lugar, porque es quien tiene las herramientas y el conocimiento necesarios para realizar una evaluación rigurosa del perfil de riesgo, considerando tanto factores cuantitativos, -el patrimonio, los ingresos, los objetivos y el horizonte temporal-, como cualitativos -la tolerancia emocional ante la incertidumbre, la experiencia previa o la aversión a la pérdida-. Esta evaluación no se limita a rellenar un cuestionario, sino que debe ir acompañada de una conversación profunda, orientada a entender la situación, necesidades y expectativas del cliente.

Una vez definido el perfil, el asesor ayuda a construir una estrategia de inversión coherente con esa realidad. Esto implica seleccionar los productos adecuados, establecer una diversificación que minimice riesgos innecesarios y, sobre todo, acompañar al inversor en la toma de decisiones a lo largo del tiempo. Esa labor de acompañamiento se vuelve fundamental en momentos de incertidumbre, cuando el comportamiento emocional puede poner en riesgo la planificación. El asesor actúa como una figura de referencia que aporta perspectiva, ayuda a mantener el rumbo y ajusta la estrategia si cambian las circunstancias personales o del mercado.

En definitiva, contar con un asesor financiero cualificado no solo proporciona seguridad técnica, sino que permite al inversor sentirse acompañado, comprendido y mejor preparado para alcanzar sus metas sin desviarse de su perfil real de riesgo.

 

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