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Vivir en lo virtual

Hablemos de economía

Antonio Morlanes Remiro

PRESIDENTE DE ARAGONEX

aragonex@aragonex.com · www.aragonex.com

La Tierra, tal cual la conocemos, ha sido una permanente evolución en sí misma. Desde que fuera un solo continente conocido como Rodinia, hace 1.100 millones de años, nuestro planeta se ha ido fragmentando a lo largo de su historia y volviendo a reunirse. La última vez que aparece como un supercontinente fue hace 335 millones de años y entonces se le dio el nombre de Pangea, que significa todo suelo. A partir de ese momento las placas tectónicas, con sus movimientos, la va desgajando, primero en dos continentes hasta llegar a los cinco actuales.

Lo mismo sucede con nuestra especie, un ejemplo de evolución constante. Aparecemos hace 50 millones de años y hasta hace 1,5 millones de años no se nos reconoce como homo erectus,  entre 300.000 y 100.000 años como homo sapiens y de ahí en adelante continuamos avanzando hasta nuestros días. Por decirlo de una manera absoluta, la Naturaleza no descansa.

Pues bien, si la evolución es la constante que se produce en todos los ámbitos del planeta Tierra, también nosotros, las personas, hacemos la nuestra en los avances técnicos y sociales, adecuando la sociedad a la convivencia que debemos tener para conseguir la mejor forma de vida. Así hemos ido evolucionando, descubriendo nuestras posibilidades y capacidades y afianzándolas generación tras generación. Es indudable que desde el descubrimiento del fuego, el estudio y la observación nos han conducido hasta nuestros días, avanzando y perfeccionando las herramientas, la industria, el comercio, la medicina, la economía y así una relación inmensa.

Esta evolución nos coloca en el día de hoy, donde la velocidad a la que irrumpe la tecnología no nos permite asentarnos en sus propios avances.  Son las siguientes generaciones las que tienen la capacidad de entender el progreso de la nueva situación en la que se está generando.

Hasta ahora vivíamos fantasías, más allá de nuestras realidades, a través de la literatura; es Julio Verne quien nos conduce a mundos insospechados con sus novelas, que parecen diarios vividos.  “De la Tierra a la Luna”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “Viaje al centro de la Tierra”, “Cinco semanas en globo” y muchas otras, que nos muestran la inmensa imaginación del escritor. Pero ahora estamos en una situación diferente, es la tecnología la que nos abre las puertas de nuevos mundos y, a la vez, deja descolgados de ellos a un gran número de personas que no somos capaces de seguir su ritmo

No hace tanto tiempo no cabía en nuestra forma de vida pensar que un simple aparato sirviera para hablar con otras personas que estaban a mucha distancia de nosotros y, sin darnos cuenta, hemos entrado en una transformación radical de lo que significa el mundo de las comunicaciones, hoy lo de menos en un teléfono móvil es poder hablar con otro mortal. Cambiamos nuestra forma de vida con fórmulas y aplicaciones que nos proporciona el móvil. ¿Quién escribe en estos tiempos una carta de puño y letra? Seguramente nadie, sin embargo, los mensajes que enviamos a través de la tecnología, prácticamente, no los hemos terminado y ya están en su destino. Y es precisamente este carácter de inmediatez, premura y velocidad de la tecnología, que tanto se valora y vende, lo que a veces puede resultar arriesgado, pues corremos el riesgo de enviar mensajes a quien no es de nuestro interés.

Creo que ha llegado un tiempo de reposo. Como sociedad no avanzamos más con la tecnología, pues esa rapidez no nos permite aposentar los conocimientos que nos proporciona ya que pasamos a los siguientes cuando los anteriores todavía estaban en proceso de aprendizaje. Un claro ejemplo es el 3G. Cuando muchos de nosotros estábamos empezando a entender su significado y lo útil que podía resultar por la rapidez en la transmisión de datos, se nos anuncia, como algo inevitable, la llegada del 5G y parece que si no lo tienes ni hablas con cierta propiedad de ello no existes, te miran raro y se dicen unos a otros: no tiene 5G. Y piensas si esto significa algo que afecta a tu vida y que debes ir al médico para que te recete un medicamento que te cure esa carencia, pues no sabes qué es ni para qué lo necesitas.

Y basándonos en todo esto, y lo que les voy a manifestar ahora no sé muy bien cuál es su fin, nos aparece un nuevo Julio Verne con menos imaginación, pero con más fantasía, dinero y poder, Mark Zuckerberg, el máximo responsable de Facebook. Debe pensar que para continuar con su floreciente negocio tiene que conferirle un sello de mayor avance y anuncia algo que está por crear: el Metaverso. Pero no queda ahí su proeza, ya que para dar más solemnidad y rigor a lo que denomina su invento (aunque en realidad es una idea anteriormente planteada), cambia el nombre a su empresa, pasándose a denominar META como si fuese el final y logro de algo. Aunque en realidad el Metaverso es una continuidad de internet.

Estemos atentos a lo que esto significa. Hasta ahora hemos vivido en un mundo físico, en plena realidad, o casi, pues  la interconexión entre nosotros estaba basada en la tecnología de la comunicación, pero ahora, con el metaverso, vamos más allá, creamos un mundo paralelo virtual donde organizamos una sociedad que se dedica a relacionarse, trabajar, divertirse, comer, vestir, etc., y para que esto funcione, ante la imposibilidad de estar físicamente en ese espacio virtual, creamos nuestro avatar que se emplea a fondo en interactuar con otros y en vivir en esa realidad ampliada

Espero que no me lo pregunten, porque no sabría dar una respuesta certera, ¿qué es lo que hacemos nosotros, los seres físicos, cuando nuestro avatar está en plena actividad? Quizá dormir, aunque eso debe ser peligroso, pues nos podemos encontrar, al despertarnos y entrar en la cuenta de nuestro banco, que el avatar se haya comprado dos trajes, una casita en la playa y se haya ido a cenar a un restaurante tres estrellas Michelín. Inenarrable. Los gustos caros que no nos podemos permitir, nuestro yo virtual los acoge sin ningún tipo de pudor. Pero la reflexión debería ir por otros derroteros, ¿por qué preferimos vivir en un mundo impostado asumiendo, a través de los avatares, un nivel de vida que no nos corresponde? ¿Por qué no disfrutar de la realidad real, interactuando con los que tenemos a nuestro alrededor? Quizá esto para el próximo artículo.

Siempre había oído decir que soñar era gratis, pero ahora viendo cómo se las gastan nuestros sueños, ya no estoy tan seguro. Creo que no les había mencionado el negocio que existe en ese mundo paralelo. Bloomberg estimaba que en el 2024 la actividad del Metaverso estaría en 800.000 millones de dólares, pues cualquier tarea que tu avatar desee hacer te costará dinero. He leído que en México un asador de pollos puso su negocio en modelo virtual y empezó a vender pollos no físicos (lo estoy escribiendo, imaginando y pienso: “¿por qué no se me habrá ocurrido a mí?”). Ahora factura 200 millones de dólares, de los de verdad, y estos pollos, además de no engordar (lo único medio positivo), ni alimentan ni crean esa sensación placentera de haber cubierto una necesidad básica, porque un avatar carece de ella. El universo que se está creando alrededor de este mundo paralelo puede dejarnos sin palabras y lo que es peor sin perspectiva de lo que es real, tangible y sano. Ya se celebran hasta desfiles de moda y lo más curioso es que todavía no existe una definición de consenso sobre el Metaverso.

Debo advertirles que nuestros avatares, además de gastar dinero y ocupar nuestro papel, son unos chivatos y a los señores como Zuckerberg les cuentan todo sobre nosotros, así que ya no disponemos ni de nuestra intimidad. No crean en las fantasías, se vive y muere en la realidad.

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