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Entrevista a Ana Alcolea

Ana Alcolea, escritora y Premio de las Letras Aragonesas 2019

Muchas son ya las generaciones de niños y jóvenes que se han iniciado en la lectura atrapados entre las páginas de sus libros y no son pocos los adultos que saborean sus historias con deleite. Ana Alcolea recibió recientemente el Premio de las Letras Aragonesas y el jurado puso en valor “su larga trayectoria en defensa de la literatura infantil y juvenil, además de su brillante labor acreditada en la narrativa de adultos”. También se destacó de Alcolea su imaginación “que aúna una importante labor pedagógica, especialmente con lecturas para adolescentes”. Ana Alcolea acaba de publicar la novela de adultos ‘El brindis de Margarita’ en la que hace un repaso por la memoria colectiva de los últimos cincuenta años y por la suya propia.

Lo primero de todo: enhorabuena por el Premio de las Letras Aragonesas. ¿Cómo se sintió al recibirlo y qué supone para usted?

Muchísimas gracias. Una nunca se cree merecedora de un premio como este. Siento mucha gratitud y me considero muy privilegiada al compartir lista con escritores a los que quiero y admiro. Espero llevar con dignidad un premio que lleva dos palabras que amo: ‘Letras’ y ‘Aragonesas’.

El acto de entrega fue poco multitudinario debido a las medidas adoptadas a raíz de la pandemia, ¿a quién recordó en esos instantes?

Faltaron muchas personas queridas a las que me habría gustado tener a mi lado. Recordé especialmente a mis padres, ya fallecidos, que habrían sido muy felices en ese momento. Las circunstancias hicieron que tampoco pudieran acompañarme personas muy queridas. No obstante, como el Gobierno de Aragón tuvo la espléndida idea de retransmitirlo en directo en su canal oficial, lo pudieron seguir muchas más personas que si el acto hubiera sido presencial. Así que sentí el calor de amigos y familiares a quienes no veía, que estaban a kilómetros de distancia. Y sentí el cariño y la complicidad de todos los que pudieron estar presentes. Ver sus ojos fue suficiente para sentirme bien.

Un galardón como este que reconoce toda una trayectoria, ¿hace que sea inevitable pensar en todo el camino recorrido hasta aquí? ¿Qué balance haría usted de esta trayectoria?

Da mucho vértigo hacer balance. Este tipo de premios parece que te dicen que ya eres lo suficientemente mayor como para merecerlos… Y sí, he hecho bastantes cosas en estos años. He publicado unos veinticinco libros individuales y varios más con otros autores. He dado conferencias, pero sobre todo varios miles de charlas en colegios e institutos de España, y también en otros países. Creo que es fundamental acercar la literatura a los más jóvenes. Quien lee, además de vivir muchas vidas, alimenta el pensamiento y por tanto la capacidad de ser un ciudadano crítico y libre.

En su discurso reivindicó la literatura como pócima contra la ignorancia. ¿Cree que vivimos en un momento de mucha ignorancia, de desinformación?

Vivimos una época extraña: nunca la información y la cultura había llegado a tanta gente. Pero en la información, sobre todo en las redes, se dan la mano la verdad y la mentira, la calidad y la vulgaridad. El grito se ha instalado en la sociedad. Parece que quien más grita tiene más razón. Igual que para que exista música son necesarios los silencios, para que una sociedad funcione, también. Los silencios nos equilibran. Cuando leemos estamos en soledad con nosotros mismos y con la compañía de las palabras, que crean historias y personajes en nuestra imaginación, única e intransferible. Creamos pensamiento y libertad cada vez que leemos. Hay que dar instrumentos a niños y jóvenes para que distingan el trigo y lo separen de la paja. El trigo está hecho de palabras y de silencios. Lo contrario es el grito, la barbarie, el zarpazo, la ponzoña.

“Es fundamental acercar la literatura a los más jóvenes: quien lee, además de vivir muchas vidas, alimenta el pensamiento y por tanto la capacidad de ser un ciudadano crítico y libre”

Usted está especializada en literatura infantil y juvenil, ha introducido en la lectura a varias generaciones. ¿Son las nuevas generaciones lectoras?

Creo que la literatura no tiene edad. Y si la tiene, mala cosa… No se puede generalizar con respecto a las nuevas generaciones. Hay jóvenes que leen muchísimo, y otros que no leen nada. Igual que los adultos. Puede ser más difícil conseguir que lean porque hay a su alcance muchas cosas que a primera vista pueden resultarles más atractivas que la lectura. Por eso es importante que padres, profesores, escritores, ilustradores, gobernantes… estemos en el mismo barco y apoyemos la lectura. Antes de que un niño aprenda a leer, los padres, los abuelos, los cuidadores, les cuentan cuentos, historias. Eso es fundamental para que su cerebro vaya desarrollando el pensamiento abstracto. Y eso hay que ejercitarlo, mantenerlo. Y la lectura es primordial, fundamental. Sin pensamiento abstracto no somos mucho más que las piedras del río: todo resbala sobre ellas.

¿Cómo se consigue que lean unos niños y jóvenes que tienen a su alcance tantos estímulos audiovisuales?

Esa es la pregunta del millón. ¡Ojalá tuviera la respuesta! Los escritores hacemos miles de kilómetros cada año (esta temporada es excepcional y nuestros encuentros están siendo sobre todo telemáticos) para hablar con los niños y los adolescentes sobre la magia de la literatura, sobre cómo somos tan creadores los escritores como los lectores. Creo que un porcentaje bastante alto sale de mis charlas bastante convencido. Pero no llegamos a todos. Cada persona es un mundo o, mejor dicho, muchos mundos, y cada uno vive una vida que desconocemos. Es difícil llegar a todos. Pero yo siempre pienso que esas palabras que ese chico o esa chica ha oído, aunque no haya parado su atención, en algún momento saldrán y harán su función. Yo no creo que a las palabras se las lleve el viento: se quedan ahí, en algún rincón, agazapadas, expectantes; esperan el momento justo para penetrar en la parte del cerebro que las está esperando, aunque no lo sepa. Las palabras son como don Juan Tenorio: saben que con paciencia y habilidad encontrarán su sitio.

¿Qué es lo que más le gusta de escribir para niños y adolescentes?

Que hay que mimar y acariciar mucho las palabras. Es mucho más difícil escribir para niños o jóvenes que para adultos. Por eso es siempre un reto, y los retos son atractivos. Y, además, me encantan los encuentros con los chicos y las chicas. Me lo paso muy bien. Aprendo mucho y tengo también la sensación de que les abro ventanas. Y ventilar es muy saludable.

¿Cómo se produce el cambio entre escribir novela para adultos y novela juvenil?

No hay ningún cambio sustancial. Me pongo en la piel de los personajes y en la situación que quiero crear, y el registro sale solo. También el comportamiento de los personajes. Ellos me van llevando, generalmente por caminos muy diferentes a los que había pensado en un principio. Nunca trazo planes acerca de lo que va a pasar en la novela. Creo que una novela es como la vida, que sabes que va a terminar, pero no sabes cómo. Me gusta que la historia, como la vida, me vaya sorprendiendo también a mí. Y esto me pasa con novelas que se van a publicar en colecciones juveniles, como en las demás.  No hay ninguna novela mía “de adultos” que no pudiera leer un adolescente, ni ninguna novela “juvenil” que no pudiera leer un adulto sin pensar que está leyendo algo “menor”. Y si lo piensa, peor para él. Cuando yo era adolescente leía al mismo nivel las aventuras de ‘Los Cinco’, ‘La Ilíada’, ‘La isla del tesoro’ y ‘Las almas muertas’.  Ahora hago lo mismo. Leo ensayos sesudos y novelas intimistas, y novelas “juveniles” magníficas. Entonces no me pasó nada. Y ahora tampoco.

¿Cómo está viviendo esta pandemia? ¿Ha influido en algo de lo que haya escrito este año?

La pandemia se ha colado en un par de novelitas que he escrito esta temporada. No como tema central, sino como una circunstancia más de algunos de los personajes: no darse la mano, ni abrazos, no haberse podido despedir de alguien… Pero no es la base de nada de lo que he escrito. Estoy viviendo casi toda esta temporada en Noruega, de donde es mi marido, bastante aislada. Y por supuesto la pandemia influye en mi estado de ánimo. Tengo lejos a casi toda mi familia, a mis amigos. Nos vemos y hablamos gracias a la tecnología. Aquí hay muchas restricciones para la vida social, para viajar… He hecho ya dos cuarentenas por haber viajado desde España… No he visto a casi nadie físicamente desde marzo. Pero he tenido y tengo mucho tiempo para escribir, así que me han cundido muchísimo estos meses.

“Creo que escribir una novela es como la vida, que sabes que va a terminar, pero no sabes cómo. Me gusta que la historia, como la vida, me vaya sorprendiendo también a mí”

¿Qué próximos proyectos literarios tiene en marcha?

Tengo varios libros pendientes de publicar. Y hay algo que me hace especial ilusión, y es mi primera incursión en el teatro. En marzo, si se puede, cruzo hasta los dedos de los pies, se estrenará en el Teatro Arriaga de Bilbao ‘El viaje de Ludi’, un espectáculo para toda la familia que mezcla canciones compuestas por Beethoven con un texto teatral muy divertido que he tenido el gusto de escribir.

Como escritora, ¿cuáles son sus referentes?

Todo aquello que leo. Los clásicos, por supuesto, Cervantes, Shakespeare, los grandes novelistas rusos del XIX. También Thomas Mann, Proust, Stendhal, Ibsen, Oscar Wilde… Entre los autores contemporáneos, Irene Vallejo, Juan Marsé, César Mallorquí, Mónica Rodríguez, Martínez de Pisón…

¿Vive Aragón un buen momento para la literatura?

Vive un momento extraordinario. No digo que en otras no haya habido grandes, grandísimos escritores, que los ha habido, pero en estos momentos hay una conjunción estelar inconmensurable, si se me permite la metáfora.

En su última novela, ‘El brindis de Margarita’, los objetos tienen mucho poder evocador, especialmente los relacionados con los seres queridos. ¿Le han servido los objetos como inspiración para escribir sus novelas?

Casi siempre. Los objetos nos cuentan muchas historias. Solo hay que preguntarles. Están deseosos de contar… Yo me pregunto muchas veces, cuando camino por la calle, estoy en un museo o toco algo ajeno, ¿quién estuvo aquí antes que yo?, ¿de quién era esta vasija, esta joya, quién la hizo, quién la acarició antes que yo? Eso me sugiere siempre muchas historias. En el caso de ‘El brindis de Margarita’ no tuve que preguntarle a los objetos porque ya sabía sus historias. Acababa de vaciar la casa de mis padres cuando empecé a escribir la novela…, y me encontré con cosas y con recuerdos que le di a Margarita.

En esta novela se recuerda la historia reciente de nuestro país y también cómo la vivieron diferentes generaciones. ¿Escribirla le ha ayudado a entender, por ejemplo, cómo la experimentaron sus padres o su abuela?

Sin ninguna duda. Meterme en la piel de la madre de Margarita me ha hecho comprender mejor a parte de esa generación que nació durante la guerra, se crio en la posguerra y se creyó todo lo que se les dijo porque era lo mejor que podían hacer y porque no les enseñaron a poner nada en tela de juicio.

¿Ha resultado catárquica la escritura de ‘El brindis de Margarita’?

Ha sido muy intenso y muy duro escribirla. Me ha ayudado a conocerme mejor a mí misma, y sobre todo a entender más cómo vivieron aquello las personas a las que se les puso ante su vida la palabra “libertad” y no sabían qué hacer con ella, ni con la palabra ni con todo lo que conllevaba.

En la actualidad se cuestiona mucho la Transición. ¿Cómo valora ese momento histórico?

Supongo que se hizo lo que había que hacer en aquellos momentos. Y lo que se podía hacer. Fueron años difíciles. Toda transición lo es. Vivimos ahora un periodo que va a traer muchos cambios. No sabemos cómo los vamos a gestionar. No es fácil gestionar las crisis, es decir, los cambios, las transformaciones.

La protagonista, Margarita, mantiene una conversación muy interesante con sus amigas en la que plantea que el camino de sus madres fue más fácil (que no mejor), ya que solo tenían que seguir el camino que estaba marcado para ellas. ¿Cómo ha cambiado y mejorado la situación de las mujeres en nuestro país en las últimas décadas?

Afortunadamente ha cambiado para la mayoría de las mujeres. La independencia económica que da tener un trabajo implica una libertad que casi ninguna de aquellas mujeres de la posguerra tuvieron. En general, ya no hay que justificar tantas cosas como entonces. Pero no hay que olvidar que no todas las mujeres pueden decir esto. Sigue habiendo discriminación salarial en muchos ámbitos. Y discriminación sexual. No es fácil cambiar de un plumazo una mentalidad de siglos.

En la sociedad y en el arte siguen quedando muchas barreras que destruir y encontramos ciertos fenómenos literarios de moda en los que la mujer sigue jugando el rol de sumisión. ¿Se leen con el suficiente sentido crítico o asumimos esos estereotipos sin plantearnos nada?

Muchos lectores leen estos libros sin ningún sentido crítico, y les parece estupendo que la Bella de ‘Crepúsculo’ se quiera convertir en vampira porque “es un acto libre”. Esto lo he oído yo en alguna charla, a mujeres muy jóvenes, que no entienden que se está invitando a renunciar a la propia identidad para convertirse en la del protagonista masculino. Ella se debate entre el amor al vampiro y al hombre lobo: dos monstruos destructores y asesinos… Lo mismo en ‘La bella y la bestia’, en ‘Pretty woman’, en la última versión cinematográfica de ‘Caperucita Roja’… Da miedo ese machismo disfrazado. Pero, como he dicho antes, es difícil borrar siglos de historia y de código genético.

¿Qué queda por hacer en lo referente a feminismo y cultura en nuestro país?

Educar en casa. Si el padre en casa “ayuda” vamos mal. El concepto “ayuda” no es el concepto “comparto”. Se educa con el ejemplo, y no todas las casas son ejemplares en lo que respecta a la búsqueda de una igualdad paritaria.

¿Qué le gusta leer a Ana Alcolea?

Leo de todo. Sobre todo novela y ensayos sobre estética y arte. También leo poesía, que me reconcilia con lo más esencial.

Pasa la mitad del año en Noruega, ¿qué es lo que más disfruta de estas temporadas y qué es lo que más echa de menos de Zaragoza?

De Noruega disfruto mucho la naturaleza. Pasamos semanas en una cabaña aislada en las montañas, sin agua corriente ni más electricidad que la de dos lámparas alimentadas por una pequeña solar. Caminar por la naturaleza me reconduce y me recuerda que los humanos no somos mucho más que una pequeña flor o que la cascada que se precipita junto a la casa y cuya agua se diluye en el río. Es una cura de humildad.

¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?

Leer, caminar, escuchar ópera. Asistir a conciertos, cuando se podía… Hablar y estar con la gente que quiero delante de una taza de té, de una tarta casera…

 

Entrevista incluida en la edición en papel de la revista Actualidad de las Empresas Aragonesas en diciembre de 2020

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