Vicky Calavia: «La Mirada Tabú es un espacio para la creatividad y la reflexión, abierto a todas la sensibilidades y puntos de vista»
Vicky Calavia
Cineasta, documentalista y directora del Festival La Mirada Tabú
Vicky Calavia ha dedicado su trayectoria a explorar, preservar y divulgar el patrimonio audiovisual aragonés. A través de su labor como docente, comisaria y creadora, impulsa proyectos que ponen en valor la memoria cultural, el cine y las voces silenciadas, consolidándose como una de las figuras más activas de la cultura aragonesa contemporánea.
¿Qué hitos considera fundamentales en su trayectoria profesional como gestora cultural?
Siempre me ha apasionado la imagen, ver cine, hablar de cine, descubrirlo, narrarlo, compartirlo, disfrutarlo. Mis otras dos pasiones son la poesía y la música. Las tres forman la combinación exacta de mi manera de estar en el mundo. Lo que nació como una pasión se convirtió poco a poco en una forma de vida.
Si me paro a pensar en esos momentos trascendentes para mí, son, en orden cronológico: el Festival Vídeo Minuto, con Javier Estella y Sin Retorno Films; las clases de cine que impartí en Casa Lac, regentada por Quique Artiach. De ahí nació un proyecto muy querido para mí: Cortos de Café. También las dos fantásticas exposiciones temáticas que realizamos en el edificio: La Pasión de Buñuel y ¿Cómo que como?, donde intervinieron autores como Emilio Casanova, Helena Santolaya, Tomás Gimeno o Virginia Ardid.
El Vídeo Minuto y Cortos de Café me llevaron a ampliar mi conocimiento del audiovisual aragonés y comencé a hacer un inventariado de autores olvidados, desconocidos o ignorados, además de descubrir nuevos talentos que más tarde despuntarían, como Miguel Ángel Lamata o Paula Ortiz.
Fui consciente de que había grandes lagunas y mucho que contar en un espacio temporal que abarcaba desde Moncayo Films y sus producciones para el cine español, como Culpable para un delito, que convirtió nuestra ciudad en un lugar portuario y con metro, hasta la primera ópera prima de Lamata, que estaba a punto de rodar Una de zombis en Zaragoza.
Eso me llevó a diseñar una amplia propuesta expositiva que presenté a la Diputación Provincial de Zaragoza y que se materializó en la primavera de 2003 con Travesía. El audiovisual aragonés, el proyecto más ambicioso de su tipo en Aragón. Fue posible gracias a la visión de Miguel Gargallo, Nacho López Susín e Ismael Grasa, entonces en el área de Cultura. Han pasado ya 22 años y sigue siendo un hito del que me siento profundamente orgullosa: desde la imagen creada por Isidro Ferrer, con ese cactus superviviente símbolo de resiliencia, hasta los múltiples contenidos que integraban la muestra.
La exposición reunió cámaras y proyectores de todos los formatos, una videoteca con más de 600 obras, tótems interactivos, videoinstalaciones, un Videomatón con croma y un túnel de proyecciones envolventes que daba acceso al recorrido. Incluyó además jornadas de cine con invitados de honor como Borau, Alcaine, Pepe Salcedo o Félix Murcia, y el primer vídeo-mapping de grandes proporciones realizado en Zaragoza, en la Plaza de España. Más de 40.000 visitantes llenaron el Palacio de Sástago y descubrieron la riqueza de nuestro cine. Reuní un equipo fantástico —Amado Guerrero, José Carlos Ruiz, Emilio Casanova, Javier Estella, entre otros— y una banda sonora compuesta por Goyo Maestro con ecos de Nino Rota.
De ahí nacieron dos festivales: Inventario, que amplié al ámbito nacional y en el que celebramos los primeros talleres de videojockey, animación y videodanza de la ciudad. Y ProyectAragón, una muestra de largo recorrido que reunía mi pasión por la programación, la gestión cultural y la divulgación, así como la posibilidad de seguir descubriendo nuevos talentos y dar a conocer todo ese cine al público.
He tenido además la gran suerte de trabajar con grandes profesionales de alta calidad humana como Antonio Abad, Olga Julián, Álvaro Mazarrasa, Carlos Estella, o tantos otros que han devenido en amigos y colaboradores de largo recorrido. Y tengo la inmensa alegría de contar con Óscar Baiges, diseñador de la imagen de mis festivales, exposiciones y documentales, que desde hace más de veinticino años acompaña a CalaDoc Producciones, ya como marca de identidad.
Muchas aventuras culturales tienen, aunque me haya pesado enormemente, un final, y tras tener que cerrar ProyectAragón por inanición presupuestaria, ideé e impulsé un precioso proyecto que cumple este año doce ediciones: La Mirada Tabú. De alcance internacional, combino en él mi amor por el cine y la programación, con la organización de un festival que da voz a historias alternativas y miradas diferentes. Como dice el cineasta Javier Rebollo, los que amamos el cine “hacemos siempre cine”: viéndolo, contándolo, pensándolo, impartiéndolo, escribiéndolo, mostrándolo, …
Usted combina dirección, producción, comisariado, divulgación y gestión. ¿Cómo equilibra estas facetas y qué le resulta más estimulante?
En el proceso como gestora e investigadora cultural, vi que un buen número de grandes personajes vinculados a esta tierra habían sido olvidados, enterrados o eran grandes desconocidos. Esa fue mi motivación para lanzarme a contar sus historias en formato audiovisual, partiendo de Manuel Rotellar, el primer director de la Filmoteca de Zaragoza. Al que siguieron el fotógrafo, cineasta y agitador cultural Alberto Sánchez Millán, el productor Eduardo Ducay, el director Florián Rey, la insigne María Moliner, la primera alcaldesa de la II República, María Domínguez, la soprano Elvira de Hidalgo, creadora del mito María Callas, la productora y guionista Natividad Zaro o la cantante y actriz de cine mudo Raquel Meller.
En paralelo, fui desarrollando una trayectoria en el comisariado de exposiciones, entre ellas las dedicadas al artista Alfredo Gaudes; al coleccionista de cine Ramón Perdiguer; a Las Pajaritas del Parque de Huesca de Ramón Acín, vinculadas al monumento a las grullas de Hiroshima; a las nuevas tecnologías en La imagen proyectada; a los arquetipos femeninos y su representación en el cine; o, más recientemente, a dos películas míticas de Bigas Luna: Jamón, jamón y Yo soy la Juani.
En sus documentales como Elvira de Hidalgo. Donare la Divinità o La palabra libre, rescata figuras femeninas que habían sido olvidadas. ¿Qué criterios sigue a la hora de decidir a qué mujer dedicar un proyecto y cómo equilibra la investigación histórica con la narrativa audiovisual?
La mujer es la gran olvidada de la historia, y, si es de comienzos de siglo XX, aún más. Tengo una lista tan extensa de figuras a rescatar que no podría abarcarla ni en varias vidas…
En mi constante investigación, el criterio que sigo es el impacto que su biografía y trayectoria han causado en mí al estudiarlas. Son mujeres creadoras de grandes hitos, fundamentales para el desarrollo de nuestra cultura, pero nada exploradas. Alumbrarlas y traerlas a primer plano, contar al mundo sus hazañas, es para mí una gran satisfacción, pura justicia poética.
En todos los casos, combino una larga y ardua investigación, con la recreación poética del personaje, que recuerde la presencia y la huella de la protagonista, a través de actrices, cantantes o bailarinas.
Además de cineasta, es docente y divulgadora. ¿Qué papel cree que juega la divulgación cultural en la creación de públicos críticos y curiosos?
Compagino esta labor de gestión e investigación con la docencia, una de mis grandes y confesadas pasiones: dar a conocer el cine de Luis Buñuel, a las grandes directoras de cine, las narrativas más experimentales o el género documental, entre muchos otros temas, es una experiencia enriquecedora, pues los alumnos siempre te dan más de lo que imaginas. Fundé hace ya más de quince años el curso Hablando de Cine, un espacio de diálogo, aprendizaje y amistad, que es el niño de mis ojos.
La educación en una mirada inteligente y crítica, guiada por el conocimiento y la cultura, atraviesa todo lo que hago. En Bachillerato tuve un profesor de Filosofía que me enseñó a pensar y al que estaré eternamente agradecida. Por ello, si puedo sembrar esa semilla a mi vez en los demás, alumnos y público, seré feliz.
Hablemos del festival La Mirada Tabú. ¿Qué objetivo inicial se marcó cuando lo puso en marcha y cómo ha evolucionado desde la primera edición?
La Mirada Tabú nació con el objetivo de explorar y visibilizar diferentes perspectivas sobre la realidad, invitando a los creadores a aportar su mirada personal sobre lo que no se dice, lo que no se cuenta públicamente o incluso lo que no nos queremos reconocer.
A lo largo de estas ya doce ediciones, el festival ha sido testigo de cómo ha cambiado la sociedad y lo políticamente correcto, a través de los cortometrajes recibidos, pues el cine, que va siempre un paso por delante, muestra las preocupaciones y reflexiones sobre la actualidad y lo que vivimos.
Los tabúes han cambiado de temática y de contexto y también varían según el país y la cultura. Grandes temas como la muerte, el sufrimiento, la guerra, los abusos a la infancia, la violencia de género, la salud mental… son comunes, pero varían según las múltiples formas de ser contados y entendidos.
Desde su primera edición, La Mirada Tabú ha crecido en alcance y prestigio, pasando de ser una propuesta nacional a un evento internacional con una participación muy alta de los creadores y una gran calidad de las obras presentadas. Su evolución refleja el interés del público y los artistas por explorar narrativas no convencionales y por expresar su visión del mundo.
En la última edición el festival recibió más de 4.000 obras de 112 países. ¿Cómo afrontan el proceso de selección con un volumen tan amplio?
Un equipo de seis o siete personas vemos todos los cortos que llegan a lo largo de muchos meses. Siempre priorizamos la originalidad, la calidad narrativa y técnica, así como la capacidad de los cortometrajes para desafiar percepciones y provocar reflexión.
Es cierto que cada vez nos resulta más difícil hacer la selección de los finalistas que acceden a la sección oficial a concurso, que suelen ser unos cincuenta cortometrajes realizados en formato de ficción, documental, cine experimental, videodanza y diversas técnicas de animación. También procuramos que reflejen la amplia variedad de países participantes.
¿Qué novedades destacaría de la edición de este año frente a las anteriores?
Una de las principales novedades de esta edición es la creación del Premio Joven UNIZAR, en colaboración con la Universidad de Zaragoza, que refuerza el compromiso del festival con el futuro del cine y la educación. Asimismo, se mantiene el Premio Tabú USJ Formación, en colaboración con la Universidad San Jorge, destinado a reconocer el talento de los estudiantes de Comunicación Audiovisual y Cine. La alianza con ASAPME y su programa Zaragoza + Humana continúa en el ciclo de cine y salud mental, que este año incluye las proyecciones de El crepúsculo de los dioses, El loco del pelo rojo y Vértigo, acompañadas de coloquios con actrices, pintores y escritores. Además, hemos creado un nuevo ciclo, Miradas que inspiran, en colaboración con el Servicio de Igualdad del Ayuntamiento de Zaragoza, que repasa los Premios Tabú de Género con la presencia de sus creadores, como Mabel Lozano, Chelo Loureiro, Anna Saura o Eulalia Ramón.
También contamos con el apoyo de Fundación SGAE, en cuya sede de Madrid, la Sala Berlanga, realizamos una retrospectiva del palmarés del festival en abril de este año, y que patrocina la inauguración de La Mirada Tabú de esta XII Edición, el jueves 4 de diciembre en Filmoteca de Zaragoza, nuestra sede habitual.
Como cada año, la clausura tendrá lugar en CaixaForum Zaragoza el sábado 13 de diciembre. Un espacio único donde el cine cobra su dimensión visual y acústica y en el que podremos disfrutar de la banda sonora de este año, que como siempre interpreta Crisálida Rock.
¿Qué papel juega el festival en la vida cultural de Zaragoza y de Aragón?
Después de once ediciones hemos consolidado un gran éxito entre público y creadores. Lo que lo hace especial que da visibilidad a historias y perspectivas poco convencionales, desafiando los límites de lo que se considera normal, usual o correcto en el ámbito cultural y cinematográfico.
También recibimos un feedback entusiasta de todas las entidades públicas y privadas que colaboran con nosotros. Estamos muy agradecidos a todos ellos, y a nuestro público fiel, que aumenta año tras año.
Desde su punto de vista, ¿cómo ha cambiado la percepción social de lo que es tabú en los años que lleva celebrándose el festival?
Con el paso de los años, los tabúes han evolucionado a medida que cambian las normas sociales y los debates culturales. Mientras que temas como la sexualidad, la religión o la política siempre han sido prominentes, hoy en día surgen nuevos tabúes relacionados con la tecnología, las relaciones líquidas, la inteligencia artificial, la salud mental, la muerte, la identidad de género o el feminismo.
El festival realiza itinerancias y colabora con diferentes entidades e instituciones, como el Instituto Cervantes. ¿Qué estrategia sigue con esta apertura internacional?
La Mirada Tabú tiene un Palmarés Itinerante que ha llevado a multitud de espacios diferentes a lo largo de estos doce años, desde la Academia del Cine Español, hasta la Sala Berlanga de Fundación SGAE.
También realiza una Itinerancia por la Comarca Central de Zaragoza, en la que el público de las distintas localidades emite su voto, que este año ha sido para Cafuné, de Lorena Ares y Carlos F. de Vigo, que obtuvo asimismo el Premio Goya al Mejor Corto de Animación 2025. Estamos muy orgullosos de la educación en la mirada cinéfila a nuestro público, y como muestra, este Premio del Público.
Una colaboración destacada en 2025 ha sido la realizada con el Instituto Cervantes, tanto como festival invitado en su Canal Vimeo Internacional, con ocho obras seleccionadas entre lo mejor del cortometraje español del certamen, de cineastas como Borja Cobeaga o Jota Linares, como con la presentación del Palmarés de la XI Edición en su sede de Manchester, acompañada de un coloquio con el público.
Hay una clara presencia en ascenso de la mujer como narradora: más del 50% de las obras enviadas al festival y seleccionadas son de directoras
¿Qué tendencias temáticas o formales observa en los trabajos que llegan últimamente al festival?
Hay una clara presencia en ascenso de la mujer como narradora: más del 50% de las obras enviadas y seleccionadas son de directoras.
En esta duodécima edición, artistas de todo el mundo han incidido especialmente en temáticas como los conflictos y guerras a lo largo y ancho del mundo, el suicidio, el bullying o el buso infantil. Sigue teniendo un papel destacado la mirada hacia la soledad, la incomunicación, la muerte, el amor, el deseo y la libertad del ser humano, con enfoques realistas, oníricos, dramáticos, de comedia, de romance o incluso musicales.
¿Cuál considera que es el impacto más tangible que La Mirada Tabú tiene?
El tabú despierta curiosidad e incomodidad al abordar aspectos de la sociedad que suelen evitarse. En el festival, esta atracción se potencia al explorar esas temáticas desde un espacio seguro que nos ayuda a comprender mejor el mundo y a nosotros mismos a través del cine y la cultura.
¿Qué le diría al público aragonés para animarle a asistir al festival?
La Mirada Tabú es un espacio para la creatividad y la reflexión, abierto a todas la sensibilidades y puntos de vista. Por eso queremos invitaros a disfrutar de este festival único del 2 al 13 de diciembre, y a su agenda de eventos previos.
Siempre lo digo: es un festival muy especial, no hay otro igual. Es conocerlo y enamorarse de él.
Toda la programación está en la web del festival: lamiradatabu.com.
Redacción AEA
